Tejera París, un demócrata polivalente

Entrevista publicada originalmente en la revista Visión ucevista, octubre de 2009          

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Se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para empezar su jornada laboral. Sale de su casa a las cinco y media para evadir el tráfico a lo largo de 21 kilómetros y poder llegar alrededor de las seis a la Ciudad Universitaria. Es el primero en llegar a la Escuela de Derecho, incluso antes que el sol. Toca la puerta de una manera previamente acordada para que el vigilante sepa de quién se trata y salga a abrir. Es Enrique Tejera París, listo para dar su clase de Derecho Constitucional. A diferencia del resto de los profesores de la Universidad, él tiene noventa años y afirma, no sin divertirse, que cree ser “el profesor más viejo y, al mismo tiempo, el más antiguo que está en ejercicio en todas las universidades de Venezuela”.

Abogado, economista, político, diplomático y, sobre todo, profesor, Tejera París, de punta en blanco, trajeado con una elegancia admirable y a la hora pautada, comienza a responder preguntas con lucidez, y a recordar algunas de las experiencias de su notable carrera.

            De Perijá a La Pastora

Para que el pequeño Enrique Tejera naciera un 29 de abril de 1919 en La Pastora, fue necesario que su madre se trasladara desde Perijá –pueblo carente de partero en donde quedaba la petrolera en la que trabajaba el doctor Tejera padre- por lancha, barco y ferrocarril hasta la ciudad capital. Ante el temor que su eminente padre profesaba hacia la obstetricia, fue el doctor Leopoldo Aguerrevere quien trajo al mundo a Enrique Tejera en la casa de su abuela, acaso sin imaginar que, en el futuro, el recién nacido sería uno de los protagonistas de la historia democrática del país.

El niño no tenía seis meses de nacido cuando la familia decidió migrar a París ante la invitación que le extendió el Instituto Pasteur, al padre, a formar parte de su personal investigador. Allí, el pequeño Enrique, pasó los primeros tres años de su vida que le valieron para aprender español y francés al mismo tiempo. Años más tarde regresaría para instalarse de nuevo en La Pastora y, después, en una casa emplazada en la esquina de Veroes –casa que había pertenecido al Presidente Soublette- donde el padre estableció su consultorio privado. La casa no existe desde que comenzó a construirse la avenida Urdaneta.

-¿Qué recuerdos tiene de la Caracas de los años 20, la de su infancia?

-Yo tengo que confesar que, a diferencia de esos memorialistas que están de moda, y que cuentan unas cosas horribles que les pasó en la infancia, a mí nunca me pasó nada malo ni en mi infancia ni en la adolescencia, salvo la muerte de mi madre. Tengo recuerdos muy agradables, entre otras cosas el hecho de que se podía ir a pie a todas partes, como en toda ciudad bien organizada, como en Nueva York y París hoy en día, con una peculiaridad: que en ese momento Caracas tenía una excelente red de tranvías, tenía autobuses también y tres estaciones de ferrocarril. En ferrocarril se iba a La Guaira, a los Valles del Tuy y a Puerto Cabello…

Hijo único, criado entre el afecto y la buena educación de sus padres, y rodeado de libros y notables amigos y familiares, Enrique Tejera París creció interesado por el conocimiento y fascinado por la biblioteca de su padre, llena de textos no sólo de medicina, sino también de historia y psicología, materias de su predilección. “Yo nací entre libros y sigo viviendo entre libros. Ese es mi oficio”. Así, interesado particularmente por la historia y las biografías desde los siete años, estudió preescolar con las hijas del señor Carreño –autor del célebre manual de urbanidad- en una escuelita en San José y luego inició sus estudios en La Salle de donde egresó como bachiller.

Hacia la excelencia

El momento más duro de la adolescencia de Tejera fue el año de 1936, cuando le tocó sufrir la prematura y lejana muerte de su madre a los 44 años en París. El muchacho tenía 16 años y su madre hizo que le ocultaran su enfermedad para que pudiera iniciar sus estudios universitarios sin perder tiempo. A pesar de ese comienzo trágico, el joven estudiante empezó a cultivar una carrera llena de triunfos y a labrarse un destino signado por la excelencia.

-¿Qué influencias de los primeros años considera decisivas para su carrera?

-Además de mi papá y de mi abuelo Tejera -que también era abogado-, la influencia más fuerte que yo tuve fue la de otro gran abogado, pariente muy querido de mi padre: el doctor Nicomedes Zuloaga. Cuando empecé a estudiar Derecho desde el primer día estuve en su escritorio. Para darte una idea de cómo era la cosa en ese escritorio, yo un día llegué muy orondo cuando terminé mi primer examen de Principios Generales del Derecho, materia muy difícil que daba el doctor Caracciolo Parra. Yo llegué a la oficina del Dr. Zuloaga y le dije: “Nicómedes, pasé mi primer examen”, “¿De qué?”, me preguntó. “De Principios generales”, ¿Cuánto sacaste?”  Yo me inflé y le dije: “Diecinueve”. ¿Y sabes lo que me contestó?: “¿Y por qué? Aquí en este escritorio no se acepta sino veinte” –relató entre risas-. Yo hice un esfuerzo y al poco tiempo llegué diciendo “Pasé Derecho Romano” “¿Y cuánto sacaste?” “Veinte” –con tono indiferente-. Y luego con Derecho Constitucional, y eso se fue haciendo una costumbre. Yo le digo a mis alumnos que sacar veinte es una costumbre. Uno se puede formar para sacar veinte. Bueno, y seguí con esa costumbre y por eso salí suma cum laude en las dos carreras. Pero eso no tiene mayor mérito, sino que salir bien en los exámenes es una costumbre.

 

         Académico comprometido

Asumido como hombre de izquierda democrática, Tejera París comenzó a militar en el Partido Democrático Nacional (PDN) –antecedente de Acción Democrática- durante el gobierno de López Contreras, reclamando reivindicaciones sociales y populares. En 1939 fue elegido Presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), cargo que le valió un mes de “prisión agradabilísima” en El Rastrillo. “Nunca he estudiado mejor y más que cuando estuve ahí. Estaba vacía y puse en un calabozo mi oficina y en otro mi residencia, y me bañaba todos los días en una celda distinta. Era mejor que un hotel”.

Una vez graduado, comenzó a hacer carrera como funcionario público, siendo Fiscal General de Seguros durante la gestión de Medina. Como fervoroso creyente y defensor de la imparcialidad de los funcionarios públicos, Tejera siempre se resistió a las fuertes presiones oficialistas que le exigían que se inscribiera en el partido de gobierno.

-Yo no sabía nada del golpe a Medina, sino que lo mismo que todos los venezolanos, sentía que estaba pasando algo. Pero cuando Pérez Alfonzo me propuso que me encargara del Ministerio de Fomento, yo dije que no porque yo era un funcionario público. Eso era lo normal, pero durante los gobiernos sí había mucha presión. A mí me consideraban comunista y yo nunca he sido comunista. Siempre he sido socialista, pero siempre he sido demócrata. Además, soy un maniático de la alternabilidad republicana. Yo soy partidario de la no reelección absoluta después de un solo periodo presidencial. Luego con Gallegos –prosiguió- seguí siendo funcionario,  pasé a ser Director Administrativo del Ministerio de Agricultura. Desde niño lo conocía porque era amigo de mi papá y de mis tíos, pero no había mayor relación. Él sabía cuáles eran mis tendencias políticas, aunque siempre hubo mucho cariño.

Teóricamente interesado por la inmigración, en 1946, Tejera fue enviado a Roma como jefe de una misión destinada a sistematizar la admisión de inmigrantes  italianos a Venezuela, función que cumplió eficazmente y que sería, además, uno de los primeros atisbos de sus inclinaciones diplomáticas ulteriores. Como militante clandestino de Acción Democrática, contribuyó con la conspiración que derivaría en el derrocamiento del gobierno de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Al día siguiente de la caída del dictador, de vuelta del exilio y por orden de Betancorut, Tejera se instaló en Miraflores, donde permaneció todo el año.

-Estuve ahí todo el tiempo en la Junta de Larrazábal y con el doctor Edgar Sanabria que había sido mi profesor y mi amigo. Hice a Cordiplan y la primera cuenta de Ministro que recibió Betancourt al encargarse fue la mía como Ministro de Cordiplan. Porque él no me destituyó sino que a la semana siguiente me nombró Gobernador en el estado Sucre.

-¿Y qué recuerda de su gestión como gobernador de Sucre?

-El cargo más interesante que yo he tenido es el de gobernador. Lo recuerdo con tremendo interés, porque en esos cargos una se enfrenta a una suma de problemas económicos y políticos que hay que resolver. Yo me encontré que en ese estado no había suficientes escuelas para todos los niños y los niños no usaban zapatos, y eso producía que hubiera mucha anquilostomiasis. Abrimos en dos años 3.200 aulas, más una universidad y dos liceos, sin contar tres hospitales y otras muchas cosas. Cuando yo me fui de Sucre no quedó ni un solo niño sin escuela y no había niños sin zapatos. Porque por razones misteriosas, en Carúpano había una gran cantidad de zapateros desocupados, los contratamos a todos. El primer contrato fue de 72 mil pares de zapatos. Después siguieron haciéndose contratos en tiempo récord, y eso fue verificado por la Contraloría General de la Nación porque yo les pedí que fueran a inspeccionar lo que yo había hecho.

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Tacto y diplomacia

-¿Cómo fue su experiencia como diplomático?

-Yo nunca he aceptado un cargo diplomático que no tenga un objetivo preciso. Y cuando se cumple el objetivo, renuncio. Yo acepté mi primera experiencia diplomática, que duró seis años, cuando Rómulo Betancourt me nombró Embajador de Venezuela en Estados Unidos, por recomendación e insistencia de Gonzalo Barrios y de Pérez Alfonzo, porque en ese momento yo era el Presidente alterno de Pérez Alfonzo en la Corporación Venezolana de Petróleo. Venezuela tenía problemas petroleros con Estados Unidos y me enviaron allá a defender nuestros intereses. Pero la embajada en EEUU tenía una carga que era la Embajada ante la OEA. Entonces tan pronto llegué ahí tuve la crisis de Panamá que me agarró siendo Presidente de la Comisión de Paz de la OEA; después me tocó la crisis de Haití; después la de República Dominicana y, por supuesto, la crisis permanente con Cuba.

-¿Qué puede contarnos sobre su labor en el FMI?

-Fui Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional. Lo que sucedió fue que murió súbitamente el que acababan de elegir Director Ejecutivo por Venezuela, entonces Leoni y Alfredo Machado –presidente del Banco Central para entonces- necesitaban urgentemente poner un director ahí porque en ese momento el bolívar era la moneda más sólida del mundo, y lo que se trataba era de defender eso y las reservas de oro de Venezuela, y se hablaba de la creación de una moneda mundial. Entonces a Alfredo Machado se le ocurrió decirle que me pusiera a mí, de modo que en un mismo momento era Embajador en los Estados Unidos, en la OEA y Director Ejecutivo del FMI.

-¿Cómo lo resolvió?

-Tenía en la embajada dos magníficos asistentes, dos ministros consejeros de alta categoría. Lo que hice fue que me trasladé al FMI y mandé a poner una línea directa de la central de la Embajada a mi oficina en el Fondo. Finalmente nombraron a un embajador en la OEA, el Dr. París Montesinos, y yo seguí con la Embajada de EEUU y el FMI, despachando desde el Fondo. Venezuela era importantísima, por el respeto que inspiraba esos gobiernos –prosiguió-. La reputación de los gobiernos de Venezuela por su competencia, por su honestidad era altísima. Tú no tienes idea de la fuerza que tenía el embajador de Venezuela en Washington, nada más que por respeto.

-También fue Canciller luego de uno de los momentos más críticos de la historia reciente ¿Qué puede decir sobre esa experiencia?

-Fui Ministro de Relaciones Exteriores en 1989 con Carlos Andrés Pérez. Creo que fui el ministro que más le duró porque en menos de cinco años tuvo seis ministros. Yo duré diez meses, pero no nos entendimos. Yo era compañero de partido de él y de los tres miembros del partido que había en el gabinete, Figueredo y yo nos opusimos a la aplicación a toda carrera del tratamiento de shock que produjo el Caracazo. Y eso consta en las actas, que yo me opuse y pedí que se suspendiera el gabinete. Me opuse al paquete junto con Figueredo y De Armas. Seguí siendo Ministro hasta diciembre. Siempre tuve muy buena relación con Pérez, pero tampoco estábamos de acuerdo en su manejo de las relaciones con Colombia.

Espíritu combativo

Además, de cargos en ministerios y embajadas, Tejera Perís fue varias veces Senador del Congreso desde 1969 hasta 1993. A partir de entonces, siguió dedicado a la docencia y al ejercicio privado de sus profesiones, hasta que reapareció en la palestra pública en los días subsiguientes a los sucesos de abril de 2002.

-Luego de que Chávez lo señalara públicamente, allanaron su casa el 5 de octubre de 2002 y fue imputado por instigación a la rebelión, ¿no?

-El Presidente Chávez se equivocó porque no sé si le ordenó al ministro que me allanaran la casa. Cuando llegaron a allanarme, un centenar de policías cerró la calle y veintiún efectivos se metieron en mi casa, una mujer y veinte hombres. Me dijeron muy amablemente, que me querían allanar la casa y que la orden del juez militar decía que era como testigo.  Y yo les dije que como testigo no entraban a mi casa, porque yo soy abogado y sé muy bien que como testigo no tenía derecho a abogado ni tampoco a ver el expediente. Entonces allí mismo corregí la orden y les dije que si entraban a mi casa era en calidad de indiciado. Eso dio lugar a un juicio militar y tengo la fortuna de que quedó claro, tanto por sentencia del juez militar como por confirmación del Tribunal Supremo, que yo no era conspirador, por la sencilla razón de que yo no conspiré con nadie, ni puse a nadie de acuerdo con otro.

-¿Qué motivó todo el asunto?

-Fue motivado, según el expediente, por la denuncia hecha de tres oficiales del servicio de inteligencia que habían ido a mi casa, aparentando ser enemigos de Chávez, y que me empezaron a hacer preguntas. Una de las primeras preguntas que me hicieron fue que si habían venido a mi casa otros militares, y yo les dije que sí, que habían ido generales, almirantes, coroneles, tenientes coroneles, mayores, capitanes, tenientes y sargentos técnicos durante tres meses, todos para preguntarme lo mismo: qué hacer en el caso de que el Presidente de la República renuncie y haya falta absoluta del Presidente y el Vicepresidente, por la simple razón de que la Constitución de la República es tan farragosa que olvida consignar qué hacer si faltan el Presidente y el Vicepresidente. Ellos me dijeron: “Bueno, doctor, usted comprenderá que lo que nosotros queremos es cambiar el gobierno, estamos dispuestos. ¿Usted nos podría poner en contacto con otros de los que han venido?” Y yo les dije: “¡No! Ellos han venido a consultarme como abogado y yo les he dicho lo que yo pienso, visto que hay un vacío de la constitución. Pero si yo los pongo de acuerdo a ustedes con otros, yo estaría conspirando y eso sí que no lo quiero yo hacer”. Y estos muchachos fueron muy correctos, pusieron en su declaración exactamente lo que yo les había dicho. Por supuesto, cuando el juez militar vio eso no sabía qué hacer y juzgó correctamente. Yo tuve la suerte de que en mi caso la justicia funcionó sin que hubiera ningún error.

-¿Pero usted sí dijo que estaba dispuesto a ser Presidente de Transición?

-Y cómo no, si el Comandante del Ejército fue a preguntármelo. Claro, eso es una cosa muy críptica. ¿A qué fueron entre gallos y medianoche? Pero hay un pequeño detalle y creo que eso fue el origen de lo que pasó. Es que yo insistí mucho en que se adoptara la fórmula del Consejo Federal Ejecutivo, para no llamarlo Junta Militar ni Junta Cívico-militar, sino cambiarle de nombre al gobierno provisorio, pero eso sí, insistí en que la junta estuviera compuesta por cinco militares y siete civiles (todos ex oficio) porque como yo había estado ya en tres golpes -dos ganando y uno perdiendo-, entonces yo sabía una cosa: que tan pronto tú nombras a una persona, los que aspiran a ese mismo cargo se ponen a conspirar contra él. En cambio, si lo haces ex oficio, si nombras a una persona porque es Comandante del Ejército, si cambian al Comandante cambia la Junta; y si nombras a una persona porque es Presidente de Fedecámaras y cambia Fedecámaras, cambia la Junta; eso al menos le da una elasticidad y mayor estabilidad a esas juntas de gobierno.

-¿Qué lo llevó a postularse como precandidato presidencial en el 2006?

-Yo no me postulé; a mí me postularon, que es una cosa distinta.

Hombre de precisiones

-¿Qué significa la UCV para usted?

-Para mí la UCV es parte de mi familia, como si fuera mi familia. Yo no me puedo imaginar vivir sin la UCV. Empecé a ser profesor aquí a los 23 años y soy profesor titular desde 1959. Yo no me he jubilado nunca de aquí. Me jubilé de la USB, donde di Economía para Ingenieros. Fui Jefe del Departamento de Economía, fundé con Peñalver la Universidad de Oriente, que acaba de cumplir 50 años, o sea que yo contribuí a fundar esas dos universidades. Y en el exterior también fui cofundador de la Escuela Brasileña de Administración Pública y después fundé y dirigí la Escuela Superior de Administración Pública de América Central, otra escuela de postgrado.

-¿Cómo evalúa el panorama político y económico de la Venezuela de hoy?

-Muy grave, si pensamos que hasta este momento el gobierno ha gastado sin dar cuenta ni saber en qué unos 8 mil dólares por venezolano, y no se sabe dónde están. No hay explicación. Mientras se hace este despilfarro se le niega dinero a las universidades. Y negarle dinero a las universidades no es lo mismo que negarle dinero a las obras públicas, porque tú puedes reducir las obras públicas, pero no puedes reducir la calidad de los profesionales. Cuando tú reduces el dinero de las universidades no sólo reduces el número de profesionales que se pueden graduar sino que reduces la calidad de esos profesionales, y esto se demuestra de modo muy grave cuando se notan fenómenos como puestos libres de postgrado en la Facultad de Medicina de la UCV.

-A los 90 años ¿Qué echa de menos en su vida? ¿Siente que le falta algo por hacer?

-La única cosa que a mí me gustaría hacer es poder terminar mis Memorias que están muy avanzadas (ya ha sido publicado el primer tomo de cuatro, titulado Gobierno en mano); la segunda cosa es que no he vuelto a ser presidente de nada y eso me tiene muy preocupado –dice sonriendo-, porque estoy tan acostumbrado desde que fui presidente del club de básquetbol, de los Boy Scouts, las Federación de Estudiantes, presidente de bancos. Siempre he sido presidente de todo en lo que me meto. Lo único que me falta es ser Presidente de la República. Me voy a ir con esa preocupación, que no pude aplicar mi programa. Mi gran preocupación es esa: me metí a político y no llegué a ser Presidente. Pero como eso le pasa a muchos… Porque todo el que entra a un partido político entra con el deliberado propósito de ser Presidente de la República. Después nos vamos transando, uno se queda de jefe civil, otro de gobernador de estado, otros empleados públicos, otros de nada. Ya yo me transé: soy un venezolano, patriotero, católico y socialista.

No sin humildad, Tejera asegura que tuvo que ejercer tantos cargos porque pertenece a una generación en la que había que hacer de todo. Pero más allá de todos los cargos e instituciones presididas, Enrique Tejera París es un ser humano, casado por más de 52 años con una esposa que vela celosamente por su salud. Un padre de seis hijos que también tiene nietos y que se considera amante de la arquitectura, el paisajismo, el urbanismo, la jardinería, la arquitectura y el arte culinario, éste último un arte que al decir del buen humor del jurista, “no admite abstraccionismo”. Es, por encima de todo, un hombre de números y precisiones.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Isis dice:

    Exelente!! No perdieron vigencia algunos comentarios como los referidos a las Universidades!!

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